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Ciudad vertical - Crítica

 

 

Mónica Berman

Una propuesta con diversas puertas de entrada...
...La historia que nos cuentan es de una locura absoluta (sí, como de los tiempos que nos toca vivir): un proyecto de arquitecto diseña unas torres pero como se deprime, las mismas quedan torcidas.La necesidad los lleva a ocupar estos edificios sin concluir en un barrio que se las trae.Desde cantar Aurora hasta adorar un cóndor mutado y peligroso, se dan todos los gustos.Pasando por incluir a una enferma psiquiátrica entre los personajes y sin olvidar la construcción de una extraescena amenazante y peligrosa.Ahora bien, este juego temático, no aparece solo en términos de relato, sino que se recurre a diversos géneros (o a su parodia) para articular esta lúdica puesta. La música es un factor determinante para pasar de una instancia a la otra, como lo es la propia reflexión sobre el acto de exponerse, de “actuar”, de “armar un espectáculo” (en la ficción con el objetivo de atraer inversionistas).Es evidente que la concepción lúdica está absolutamente presente, incluso desde el juego de la carencia. Sobre una superficie-pizarrón, inscriben algo así como “Acá habrá una alacena”. La alacena no está pero está el proyecto.Para concluir, una propuesta que permite múltiples lecturas y diversas puertas de entrada, hay para todos los gustos, con una sola condición: el sentido del humor.

 

 

 

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